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Queridas rubias, morenas, castañas, pelirrojas y de todos los colores, estoy segurísima (y yo me incluyo en la estadística) que a lo largo de vuestra vida os habéis encontrado con personas que pareciera que cuyo objetivo en su vida es hundirle la vida a los demás. No se dedican a otra cosa más que a fastidiar, dar opiniones negativas y a culpar al resto del mundo cuando las cosas no les salen como esperan.

Estas personas siempre están criticando, se quejan absolutamente de todo, están continuamente enfadados, su autoestima está por los suelos y disfrutan haciendo sentir mal a los demás ¿Os suenan verdad? Son los llamados: A-M-A-R-G-A-D-O-S.

Es cierto que todas (y todos) hemos pasado por días malos en los que nuestra actitud no es la mejor. A veces las cosas son complicadas  a nuestro alrededor y nuestro buen ánimo se viene a bajo y nuestro mal humor se viene arriba.  Sin embargo, hay personas que viven de manera constante en este estado y nos pueden hacer mucho daño si dejamos que entren en nuestra vida.

Dicen los psicólogos que si descartamos los trastornos del estado de ánimo, que tienen como característica principal una alteración del humor, y los trastornos de la personalidad, quedan las personas de las que podemos decir que son, simplemente, NEGATIVAS o AMARGADAS. O lo que es lo mismo: Personas que no están enfermas, sino que son infelices.

La realidad es que no hace falta irse muy lejos para encontrar gente amargada: amigos, familiares, compañeros de trabajo, incluso nuestra propia pareja. Muchas veces no somos conscientes de que, en nuestro propio entorno, puede haber personas que nos estén amargando la vida o impidiéndonos crecer social, emocional o profesionalmente.

Personas que no están enfermas, sino que simplemente son infelices.

En mi caso, mi mente siempre las visualiza como si fueran un dibujo animado: individuos que tienen una nube gris sobre sus cabezas todo el tiempo y su presencia, allá donde van, genera un ambiente de tensión. Para estas personas, todo es malo, negativo, frustrante, etc… y no es difícil que termine contagiándonos esa desdicha y amargura.

En psicología, una persona amargada es una persona herida que necesita ayuda para salir del bache emocional por el que está pasando. Las personas amargadas suelen sentirse insatisfechas con su vida. Por ello, muestran una actitud hostil y fría hacia los demás.

En mi caso, la verdad es que siempre intento ser empática con los demás y procuro entenderlos y ayudarlos dentro de mis posibilidades. Por experiencia se que las malas épocas se pueden alargar demasiado y muchas veces lo único que necesitamos es que nos escuchen y nos tiendan una mano para poder salir de la oscuridad mental.

Aunque también debo reconocer querida lectora (o lector) que, en más de una ocasión, «intentar ayudar» me ha hecho perder el tiempo más que otra cosa porque, a simple vista una persona amargada pudiera parecer que quiere nuestra ayuda, pero lo único que quiere realmente es consumir por completo nuestra energía y arrastrarnos hacia su negatividad.

Disculpe señor, ¿sabe donde está el club de los amargados? Es que conozco a unos cuant@s que no paran de fastidiarme y estoy segura que estarán encantados de apuntarse.

Por eso me parece importante resaltar que, aunque tratemos de empatizar con esa persona y no tomarnos sus ataques de forma personal, no significa que debamos permitir que se comporte con nosotros de manera irrespetuosa.  Poner límites es totalmente necesario porque aunque intentemos ayudarlos, no es nuestra responsabilidad resolver sus problemas.

¿Acaso no tenemos ya nuestros propios problemas para tener que soportar a una persona amargada que encima intenta hacernos sentir peor de lo que ya estamos?  En mi caso, hace tiempo que aprendí a cortar el lazo con este tipo de personas, independientemente incluso de la cercanía familiar que tenga con ellos.

Recordad que las personas amargadas intentan hacernos sentir mal para ellos sentirse mejor. No permitamos darles nunca esa satisfacción. No dejes jamás que las opiniones de los demás te influyan negativamente. Al final, son eso, opiniones que ni te van ni te vienen. Decía mi abuela que las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene el suyo propio y además cree que es el mejor de todos (que bonicas son las abuelas!!! 🥰). Tenía mucha razón.

Querida lectora (o lector), hemos venido a esta vida a ser felices, enamorarnos, comer, dormir, soñar despiertas, hacer el amor, brillar, empatizar con los demás, aprender a querer y a querernos, viajar, ser madres o no serlo, casarnos, divorciarnos, cuidar del entorno, reírnos a carcajadas, llorar suspirando… En resumen, A VIVIR.

Todo lo que se te ocurra que quieres para ti y te haga feliz, lucha por ello hasta conseguirlo y no pierdas nunca la ilusión por el camino. Que nadie te diga lo que puedes o no puedes hacer.

Y por supuesto, nunca dejes de brillar. Al que le moleste, ya sabes, que se compre unas gafas de sol y que le vayan dando por donde amargan los pepinos.

Un abrazo queridas, B E S I S 💋

«Algunas personas sólo guiñan los ojos para poder apuntar mejor.»
BILLY WILDER

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